Editorial: Se instala la picaresca permanente justificada en la España del Tempranillo, El Lazarillo y tantos otros personajes reales y de ficción que demostraban que nuestra idiosincrasia era especial y muy particular. No le salen las cuentas a los sanitarios, virólogos, autoridades sanitarias. Se han infectado por COVID-19 en los últimos tres meses con la variante Ómicron y los restos de las que quedaban sobre 9,2 millones de personas y sin embargo las estadísticas más rigurosas apuntan a 12 millones de contagios al menos. Que ha pasado. Sospechan que muchos y muchas no han comunicado los positivos, los test particulares en farmacias, pruebas con seguros privados, y quienes teniendo síntomas leves nada han dicho, porque no se pueden permitir dejar de trabajar, cobran sueldos de miseria y hasta aquí hemos llegado, primero comer y luego los protocolos sanitarios.

Todos los datos que nos están dando los medios de comunicación son pura teoría, una aproximación, a ellos hay que sumarle el 25% más al menos, según estimación de los rastreadores. Otra cosa son las cifras de fallecidos, ingresados en planta y los de la UCI, aquí no hay trampa. Son exactos. No se pueden modificar unas cifras que son simplemente una suma. Somos así, está en nuestro ADN. La propia administración nos obliga a entrar en parámetros de mentiras piadosas. No hacen los deberes nuestros políticos y autoridades económicas y antes de acercarnos al precipicio de la pobreza extrema por ausencia de ayudas reales, desobedecemos órdenes por pura supervivencia. Es ley de vida. Los mileuristas, que hay a decenas de miles, deben protegerse de un Gobierno sin previsión, definición, anticipación, precavido. Por eso pasa. No se trata de economía sumergida, es poder vivir en una sociedad que sube una media sus precios del 15% al menos y se actualizan los salarios el 2,5%. Defenderse de los administradores le llamo yo. Cada vez más pobres como para hacer caso de cuarentenas de 10 días y sin asegurate la baja.

En otros países modernos y justos, si te obligan a estar en casa y dejar de trabajar te dan una ayuda de compensación. Aquí todo es publicidad. Se cuidan de mandarle a casa el sueldo a esos catalanes del Parlament, que no van a trabajar, cantidades de juzgado, pero nada saben de quienes se mueren en el ERTE con retrasos en el pago hasta obligarlos a acudir a las colas de la pobreza. A mi con otro hueso. Quienes hemos perdido toda fe en la clase política, exigimos que se saque a concurso público la gestión del Gobierno y que sea una empresa privada quién marque nuestros destinos. Tiempo habrá para crear los órganos de control y la separación de poderes, pero sin parlamentos, ni senado, ni otras oficinas de tráfico de influencia y de colocación. Que sean los expertos y funcionarios con firma quienes tutelen a los adjudicatarios, ahora ocurre. Terminas pensando así porque cada cosa que descubres de ellos y ellas es peor.

Se llenan las calles de manifestantes y lloran amargamente millones por su situación y mientras las televisiones y radios y todos los pesebres de las información hablan de separaciones y de la vecina del quinto. Del 2050 y otros proyectos en Júpiter. De la dietas en Tanzania y de viajes al polo norte. Y hacen investigaciones sobre las musarañas y las hojas del eucalipto. Mientras los productores no pueden vender al precio de coste, los transportistas pierden dinero, la energía es oro y los combustibles plata. Claro que muchos y muchas no informan que tienen un pequeño catarro que ahora le llaman COVID-19, aquellos que en EEUU y China investigaban y metieron la pata y chiflan mirando a otro lado. Los dirigentes mienten todo el día, no esperarán que sigamos sus lindes y caminos. Son unos frescos. Todo lo tapan y cuando hay mierda y lo cubres de basura, sigue oliendo por muchas toneladas que pongas encima. Están podridos. Son la peste. Lo siento por nosotros y nosotras pero nos mandan los menos indicados y nada ejemplares. Todos ellos, sin excepción.